Hay algo tan penetrante en esa mirada, es tan misterioso su rostro, que me intrigó saber quién era. Y así conocí la historia de Modigliani con Jeanne Hébuterne.
Jeanne Hébuterne fue una pintora francesa, nació el 6 de abril de 1898 en Meaux, Seine-et-Marne. Desde siempre se interesó por el arte y, dado que era mujer, su familia le permitió tal entretención sin mayores reparos, no imaginaron ellos que sería ese interés el que motivaría el encuentro. Descubrimos pues a la joven Jeanne inscrita muy temprano en la Académie Colarossi, y luego en la École des Arts Décoratifs, enfrentando sus ojos, esos ojos que atraviesan, al estudio del arte y la pintura.
Amadeo Modigliani llegó a París a los 22 años. Era brillante, exquisito y hablaba el francés sin acento. Vivió en buhardillas miserables, en falansterios o comunidades utópicas cosmopolitas, en habitaciones de amantes eventuales, en hoteluchos de tres al cuarto, en la comuna de la rue Delta, de donde lo echaron por vándalo y camorrista. Con 14 años se mudó de casa 30 veces. Quería ser escultor, pero la tuberculosis, que le afectaba desde los 16 años, y su pobreza, que le impedía comprar la piedra, lo disuadieron de continuar. Entonces empezó a pintar.
"Es un 'tipo' conocido de mi hermano. Volví a verle en el establecimiento de M. Wassilieff. Luego le he ido conociendo más ampliamente junto con su amigo, que es músico. Los veo mucho en la Rotonda"
Eso era lo que escribía Jeanne a su amiga y confidente Germaine, compañera suya en la Académie Colarossi, y aunque no está claro que aquel tipo sea el pintor en cuestión, lo más posible es que fueron los ojos de Jeanne los que se posaron sobre Modi y lo eligieron. No al contrario. Y que fue ella, que bien al tanto estaba del temperamento del susodicho (todo Montparnasse sabía lo de la tirada por la ventana a Béatrice Hastings), quien eligió estar a su lado. Ya supondrán ustedes como salió la relación: Altos y bajos. Celos. Un embarazo al que Modi no puso mucha atención y que no impidió su infidelidad. Una hija nacida que jamás registró porque se fue al bar en vez de registar a la niña. Un segundo embarazo del cual lo primero que dijo al enterarse fue: "¡Que mala suerte tenemos!". Y mucha hambre, mucha pobreza y mucho orgullo de parte de los dos. Sin embargo, entre los dos la pasión. Sin embargo, juntos eran fuerza.
Un día traen a Modigliani a casa. Jeanne le recibe empapado e inconsciente. Según quienes le vieron en su última noche de exceso, el pintor se veía como "un hombre gravemente enfermo, enloquecido y alucinado." Jeanne le metió en la cama. Amadeo ya ha sido abrazado definitivamente por la tuberculosis. Al día siguiente, día de fiebres y delirios. Amadeo sólo consentía en tomar alcohol y se levantó a terminar su último cuadro.
Nada de visitas, ni una sola. En el estudio el silencio y en la mitad, los dos abrazados solos en una cama manchada de salsa de sardinas y apestosa a vino. "Jeanne dibujaba maneras de morir porque ahora, lo único que faltaba era decidir cómo morir ella misma." Modigliani murmura incoherencias de cuando en vez. Durante una semana, soledad, hambre y silencio. Jeanne se aproxima al octavo mes de embarazo. La vida y la muerte se abren paso al mismo tiempo en el mismo cuarto, acaso más bien: combaten.
Finalmente el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate, vecino y amigo de Modigliani, subió el piso que separaba su estudio del de Amadeo para ver cómo se encontraban. Les encuentra borrosos, abandonados a los límites de la cama y tomados de la mano. Al verlos en semejante estado inmediatamente llamó una ambulancia. Cuando le sacaban, Modi pronunció al oído de Ortiz de Zárate las que serían sus últimas palabras:
"He dado el beso de despedida a mi mujer. Tenemos asegurada la felicidad eterna."
El 24 de enero de 1920 muere Amadeo Modigliani. Murió a los 35 de su propia vida, infectada también por la bohemia de las noches largas de hachís, alcohol, sexo, pendencias y otras ebriedades no menos líricas. Jeanne quedaba sola, embarazada y con una hija de un año.
Jeanne, de apenas 21 años, se encuentra de nuevo en la casa de sus padres. Ella con la ventana abierta y sus ojos fijos en la calzada. Se tira desde el quinto piso.
Su cuerpo se revienta contra el asfalto seguramente por el aumento en la aceleración que la caída libre debió tener por el peso extra del pequeño cuerpecito no nato que llevaba en su vientre. Jeanne unida a la eternidad y su rostro feliz.
Es un poco macabro terminar otra entrada con una tumba, pero no pude evitar poner esta foto al final. También tuve que investigar sobre Frida Kahlo y Fernando Botero, así que es fácil adivinar de qué se podrían llegar a tratar las próximas entradas.
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